No era como las demás.
Puede que suene a tópico comenzar su descripción con estas palabras, pero es que no hay otras que la definan mejor.
No era igual a otras. Ni siquiera se parecía en algo, por nimio que fuese. Era, ciertamente, rara.
Ella era un alma desengañada que, a pesar de todo, se dormía cada noche creyendo que todo seguía siendo posible, que las casualidades no ocurren simplemente por puro azar y que el cosmos sigue soñando por nosotros cuando se nos ha olvidado cómo hacerlo.
Ella era una tonta que lloraba viendo atardeceres porque le hacían apreciar la magia de todo lo que la rodeaba. Pero que no se lo contaba a nadie porque incluso a ella misma le parecían extrañas tales rarezas. Una estúpida que se enamoraba locamente de quien no la correspondía, y, aún así, sabía que seguiría siendo capaz durante mucho tiempo de correr detrás del imposible. Y se cansaba, por supuesto, y lloraba de impotencia, pero al fin y al cabo ¿qué más daba? Si tenía muchos amores. Porque no sólo se enamoraba de personas. También de lugares, de paisajes, de libros, de películas, de cuadros, de melodías. Y de su perro. Y este amor sí, siempre fue mutuo. Una cabeza pensante que no podía evitar cuestionarse todo lo que la gente daba por sentado, y rebelarse, a sabiendas de que posiblemente esa rebelión no la llevase a nada más productivo que la absoluta confianza de vivir de acuerdo a sus valores. Era un intento de diva que solía llevar las uñas rotas, la cara lavada y el pelo hecho un desastre. Pero eso sí, cada recuerdo, cada sentimiento y cada emoción siempre bien ordenaditos dentro de su corazón. Ahora, que por fin había conseguido colocar todo, quitar el polvo, reciclar la basura.
Ella se había acostumbrado a no darse por vencida, a estudiarse tacos de apuntes interminables, a levantar pesos cada vez más grandes, a no cejar en el empeño de ser poco a poco mejor de lo que era antes, y oye, siempre con una sonrisa en la boca. Nunca la vi quejarse aunque la memoria se le fuese en el examen, aunque el peso le dañara la espalda o sus millones de defectos tardasen un poco más de lo deseado en subsanarse. Porque sabía que todo pasa y que todo acaba por superarse. Y tenía días malos, como cualquier persona. Pero siempre tenía también una palabra amable, un buen consejo que darte y un punto de vista novedoso en tu agónica situación. Y te hacía reír, la payasa de ella, porque sabía ser seria cuando había que serlo, pero también sabía que una vida sin tonterías y carcajadas no era una verdadera vida.
Ella vivía sola pero nunca se sintió así.
Porque por fin había aprendido que, mientras se tuviese a ella misma, nunca lo estaría.
No sé cómo lo haces, pero cada escrito tuyo me llena de inspiración… Éste, el que he leído hoy, me parecen tierno, humano, lleno de sensibilidad y arropado, sin duda, por tu inmensa bondad. Eres de las personas que siempre dejan huellas bonitas en los demás. Yo pienso que llegas tanto por tu intensa transparencia y por lo bien que lo sabes expresar escribiendo. Gracias.
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Gracias 🙂
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En realidad mi última entrada es tuya casi en su totalidad, salvo matices interpretativos míos. Te pertenece. Te la regalo, porque fue precisamente lo que tú escribiste lo que me inspiró esa respuesta. Ciertamente es más una respuesta a un texto tuyo que una entrada mía. Si de verdad te gusta, ponla en tus entradas y yo la quito de las mías. Me encantaría que fuera sólo tuya. ¡Ya me dices!
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Es muy bonito (y opino que esa es la verdadera esencia de la escritura y literatura) que otras personas y lo que han escrito sean nuestra inspiración.
Mi inspiración son muchas cosas: la vida, lo que pienso de ella y, cómo no, otros textos, otros libros, otros blogs. Por eso creo que lo verdaderamente difícil de escribir es hacer algo que sea auténticamente mío después de procesar todas las ideas que llegan a mi cerebro, y siempre procuro que el resultado sea novedoso.
Con todo esto te quiero decir que sí, que inspirarse en otras personas es muy bonito y muy necesario, pero que, si de verdad te gusta escribir, nunca dejes que inspiración se convierta en pérdida de tu autenticidad. (Que, en verdad, lo que separa ambas cosas es una línea muy fina).
Un abrazo 🙂
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¡Cuando te leo, alucino!¡Es increíble! Es realmente curioso, porque sin conocerte, te conozco… Incluso te llego a imaginar como esa chica que cursa un bachillerato brillante (con sobresalientes en todas o casi todas las asignaturas) y decide matricularse en la carrera de Medicina, pero que podía haberse matriculado en la carrera que hubiera querido porque, por ejemplo, la literatura le encanta y escribe genial…, y lo mismo se podría decir de las mil carreras más que existen. En resumen, ¡la que hubieras elegido la habrías hecho muy bien! Si ese hubiera sido mi caso —que en absoluto lo fue—, me habría vuelto loco para elegir. Bueno, que no te digo más, sólo «chapeau». Creo que voy a escribir algo sobre la inspiración. Otro abrazo para ti. Gracias, siempre me das ideas.
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