El vacío me miraba asombrado mientras bailaba y me bebía un gintonic.
Era martes, 23:30 pm. Al día siguiente había curro, plena semana laboral.
Una vida encorsetada, fútil, absurda, ridícula. Todo el mundo consultaba su reloj, maldito trasto controlador, tomar las decisiones basándome en la posición de las manecillas me enfadaba sobremanera, porque no era yo, eran ellas quienes decidían, yo sólo perdía la batalla una vez más.
Sabía que no iba a caer, al menos no del todo, la responsabilidad me llamaba, no la iba a desatender, pero esa noche decidí por un rato sucumbir a la diferencia, al baile, al alcohol, al despropósito de hacer lo que nadie hacía un martes, 23:30 pm.
Todo era dolorosamente igual, y lo pinté con el color de la locura, mientras el vacío se desternillaba de la risa y era mi cómplice.
(Imagen tomada de pixabay.com)
Alguna vez tenía que suceder así. ¡Para todos! Un abrazo.
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