Necesito hablar, ahora que por fin me esperan al otro lado unos oídos, ahora que mis mañanas ya no caen en manos de nadie, ahora que, después de dar mil vueltas, la ruleta se detuvo en ti.
Hay momentos en los que la primavera entra por todas las ventanas y las puertas de tu casa, se cuela en cada recoveco que los muebles dejan a su alrededor e inunda tu alma de calor, de sol, de savia renovada.
Y hay personas que te instilan una bocanada de aire limpio, que traen esa primavera inesperada a tus sábanas, que pegan los pedazos que quedan de ti, que desempolvan la máquina de los sueños y que de pronto hacen que averigües por qué se acumuló tanto hielo en tu hogar.
Llegaste sin esperarte, de esa forma aleatoria en que llegan las mejores y las peores cosas, y lo pintaste todo de color tú, me sacaste a bailar a la pista de la vida, me empujaste con tu ímpetu a la corriente del ocurrir porque sí.
Y no me quiero emocionar, pero mi mente danzarina y soñadora salta de alegría, porque cuando se pone de pie y tú estás al otro lado de la puerta, se le caen todos los inviernos que llevaba arrugados en la piel, y se descubre adicta a tu cintura, a tus cicatrices, a la risa que viene detrás de ti cuando cruzas el umbral de sus sueños.
Aún me siguen pesando las lágrimas que derramé cuando te esperaba, aún tiemblo al ver que la oscuridad me envolvió demasiado tiempo, que tenía el cuerpo descosido y la confianza hecha jirones, pero mi cama contigo dentro ahora parece un patio de recreo, el lugar donde pegar todos los añicos que todavía corren por mis venas.
Ahora sé que el camino más rápido hacia la luz es la línea recta entre tu boca y la mía, que el paseo más largo que me apetece dar es el que va de tu espalda a tu ombligo, y que nuestro sudor es la pena evaporándose de nuestros cuerpos olvidados.
Quiero imaginar un futuro, e ir hacia él contigo de la mano, quiero plantarle cara a tus miedos y liarme a tortas contra ellos, ser la red que te recoja cuando caigas, quiero que cuando te desveles tu consuelo sea yo, que cuando pienses en mí, en tu cabeza se dibuje un nosotros.
Durante este tiempo te he buscado con avidez en extraños que me encontraba en cada bar al que iba, en cada melodía que me hacía llorar de emoción, en cada atardecer que he contemplado a solas, en cada uno de los fracasos que he ido coleccionando en el devenir de los días.
Y mira por dónde, quien me encontró, fuiste tú.
Por azar.
(Imagen tomada de pixabay.com)
Enhorabuena Lucía, es un canto a la esperanza. Un abrazo.
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