una es no creer en los milagros y la otra es creer que todo es un milagro.
No lo dice ella. Lo dijo Albert Einstein, y durante mucho tiempo sintió que era así. A ver, lo sintió sin saber que Einstein lo había dicho, pero lo sentía.
(…)
Sabe que las ocas grises vuelan juntas y en pareja toda la vida y que, cuando una de ellas desaparece, la respuesta de la que queda es buscar a la otra en los mismos lugares. Sabe que la oca, inquieta, vuela día y noche y recorre grandes distancias, yendo a los lugares que conocieron juntas y en los que cree que podría hallarse su compañera, y sabe que, en el camino, la oca viva lanza su penetrante llamada. «Vuelve aquí. Vuelve conmigo.» Sabe que el animal vuela cada vez más lejos, cada vez más cansado. Sabe que, en ocasiones, la oca que busca se pierde y no encuentra el camino de vuelta, y desaparece también.
Lo sabe y se le encoge el corazón. Por eso decide creer a Einstein y en sus dos formas de entender la vida.»
La vida era eso, Carmen Amoraga
(Imagen tomada de pixabay.com)
Cada molécula es un milagro en sí misma y cada instante de vida contiene un millón de prodigios. Un beso.
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