Pus estancado

Acude como cada día, puntual, al encuentro con el muro en blanco que le mira desde la pantalla.

Escribe una fecha cualquiera, la de hoy, que bien podría ser la de dentro de dos semanas, tres meses, o la de hace un año. Nada nuevo bajo el sol.

En sus oídos suena una música que parece ser la llave de entrada al paraíso que duerme en sus sueños. Se pregunta una y otra vez cual es la manera de cogerlo de la mano, de traerlo aquí, de bañarse en sus aguas cristalinas y revueltas a la vez. De hacer de esas imágenes el paisaje que sus ojos miren a partir de ya.

Todo está paralizado, pero en su interior la vida bulle, de mil maneras posibles, con cien (mil) historias que se apelotonan para salir a través de sus dedos. Que se le atascan, y le duelen.

Como el pus que lucha por salir de su cavidad estanca.

Juan la mira desde algún repliegue de su conciencia. Quiere saber, con todo el derecho del mundo, qué narices va a ser de él, si finalmente ayudará a Minerva a alcanzar la claridad. Edu sigue en su incubadora, sigue pesando los 548 gramos que pesó al nacer. Y sus padres ya están hartos, porque hace ya semanas que debería de estar en casa con ellos. Álvaro está enfadado, no es capaz de quitarse de encima a Elena, y Elena cada vez está más confundida. Sujeto X sigue esperando sus poemas, sabe que el tiempo que les separa cada día es más pequeño, y sospecha que al final serán 10 o 20 cuando podrían haber sido 30 o 40. Y sus mayores le han enseñado que es mejor no conformarse con menos, porque la vida por sí sola ya se encarga de hacerte bajar el listón.

Ella les mira un día más a través del sol de septiembre que se cuela por la pequeña ventana, les sonríe, les acuna, les piensa, y ya no sabe qué decirles. Les quiere, pero les quiere fuera.

No es nadie excepcional. Es sólo que no está donde la vida quería que estuviera. No es quien de verdad quería ser.

Es solo una escritora bloqueada cualquiera.

(Imagen tomada de pixabay.com)

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Categorizadas como Mi historia

Por Lucía González Rodiño

Comparto reflexiones e historias que quizá no se deberían compartir. Fragmentos de locura que apaciguan minutos. Ecléctica, porque cualquier cosa es susceptible de ser transformada en palabras. Y de la nada, puedes aprender de todo.

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